Se usan para amortiguar los golpes y evitar lesiones, para que el balón bote y ruede sin dificultad, para reproducir las prestaciones de los campos naturales, para mantener la hierba vertical e incluso como medida de reciclaje. Pero la sombra de la sospecha siempre ha sobrevolado las bolas de caucho que componen los césped artificiales. Así que la pregunta que nos hacemos hoy es... ¿son realmente perjudiciales para nuestra salud?