Solo de imaginarlo se nos saltan las lágrimas. Damos un golpe en la mesa, tiramos todos los objetos de nuestro escritorio y nos despedimos de nuestros compañeros de trabajo gritando: "¡adiós, pringaos, ahí os quedáis, me voy a jugar con perritos!". Ellos pensarán que estás majareta, pero tú sabrás que HAS ENCONTRADO EL TRABAJO DE TU VIDA.